14 de noviembre de 2014

Una nueva época del mercado de la energía

Desde mediados del siglo XIX los recursos naturales fósiles como el carbón y, posteriormente, el petróleo y el gas, se hicieron indispensables para procesos productivos a grande y pequeña escalas. Y no obstante los avances que se han dado para dar respuesta los desafíos actuales, especialmente en materias económica y medioambiental, el modelo productivo, tanto de los países desarrollados como de los que se encuentran en vía de desarrollo, continúa dependiendo de estas fuentes

Desde mediados del siglo XIX los recursos naturales fósiles como el carbón y, posteriormente, el petróleo y el gas, se hicieron indispensables para procesos productivos a grande y pequeña escalas. Y no obstante los avances que se han dado para dar respuesta los desafíos actuales, especialmente en materias económica y medioambiental, el modelo productivo, tanto de los países desarrollados como de los que se encuentran en vía de desarrollo, continúa dependiendo de estas fuentes tradicionales de energía.

Y como pasará mucho tiempo antes de que las nuevas fuentes de energía estén en condiciones de relegar al petróleo, al gas y al carbón, bueno es revisar las realidades que afectan hoy su producción, su distribución y su consumo, así como el protagonismo de nuevos actores en la escena mundial.

Tendencias en el mercado

Países del Lejano Oriente, especialmente China e India, han sido escenario de un crecimiento sostenido de la demanda energética en los últimos años, y absorben en gran medida la producción de Medio Oriente, con el incremento natural de la dependencia de los ‘gigantes’ hacia esa región. Una tendencia que se mantendrá, seguramente.

En cuanto a los países europeos, aunque mejorarán su eficiencia energética, se prevé que hacia 2035 las importaciones en este rubro estarán entre 50 y 55%, de acuerdo al informe de la British Petroleum de 2014.

Entretanto, nuevas investigaciones de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), sostienen que para el mismo año, 2035, Estados Unidos podrá suplir por completo sus necesidades energéticas debido a recientes hallazgos e implementación de nuevas técnicas de producción, principalmente de gas de esquisto.

Además, se espera que los miembros de la OCDE – Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, principalmente integrada por países del primer mundo, mantengan tasas de consumo energético constantes a lo largo del tiempo, principalmente gracias a la utilización de tecnologías más eficaces, incremento en el uso de energías renovables y consumo más eficiente por parte de empresas y hogares.

Países y regiones emergentes en Asia, África y América Latina, verán aumentar sus consumos energéticos, como resultado de la reducción de la pobreza, del crecimiento demográfico y de procesos de expansión productiva. Al mismo tiempo, enfrentarán mayor responsabilidad en la generación de gases de efecto invernadero.

De todas maneras, de acuerdo con el informe sobre perspectivas mundiales de la energía de la IEA de 2013 el precio de la energía (petróleo, gas o carbón) tendrá impacto sobre las economías en desarrollo. Por esa razón, para disminuir su vulnerabilidad frente a los mercados internacionales, en regiones como América Latina se desarrollan importantes proyectos de exploración y producción.

En el caso de Venezuela, si bien es una potencia petrolera mundial, es vulnerable en materia de gas y carbón, lo que plantea la necesidad de incrementar la exploración.

El reto es, definitivamente la búsqueda de procesos productivos sostenibles ambientalmente, a partir de los recursos naturales disponibles, con inversiones proporcionadas a la demanda, con miras a favorecer al grueso de la población, poniendo en juego toda la capacidad institucional del Estado.

En otro plano, sería deseable evitar las disputas desestabilizadoras entre Estados por la explotación o utilización de recursos naturales, como la existente entre Bolivia y Chile por el acceso al océano Pacífico. Igualmente, entre Nicaragua y Costa Rica persisten diferencias por la exploración y explotación de recursos del río San Juan.

La revolución del gas

En los últimos años se han destinado grandes sumas de dinero a la exploración y explotación de gas natural y gas de esquisto (shale gas) en Norteamérica, con lo que se ha reducido el precio del recuso fósil más eficiente en términos medioambientales. Así, el consumo de gas pasó en los hogares estadounidenses de un 1% en el año 2000 a casi 20% en 2010.

Se trata de una verdadera revolución que promete un aumento de las inversiones en producción y distribución de gas esquisto, que se podrá consolidar como la fuente energética más importante en la industria y en los hogares norteamericanos, por lo menos.

Pero estas halagadoras perspectivas no se observan en regiones como Europa, que actualmente importa el 44% del gas que consume, principalmente de Rusia. Allí la revolución del gas no necesariamente representa una oportunidad, pues los niveles de dependencia podrían aumentarse y con ello generar una mayor vulnerabilidad energética.

Con respecto al mercado del gas, es necesario advertir, también, cómo a diferencia de lo que sucede con el petróleo y el carbón, no tiene un precio mundial de transacción sino que responde a dinámicas regionales de la oferta y la demanda, que pueden estimular o desestimular la producción.

El desafío del medio ambiente

Nadie pone en duda que el trabajo para honrar los compromisos derivados de la protección medioambiental, es prioritario para el sector energético latinoamericano, especialmente por hacer parte de la cuenca amazónica.

Y los altos precios de la energía pueden crear el incentivo necesario para que distintos gobiernos impulsen, finalmente, el desarrollo de energías limpias. Hay que recordar que, de acuerdo al cuarto informe de evaluación del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de 2007, el 20% de las reducciones de expulsión de gases de efecto invernadero a la atmosfera, estará determinado por la mayor utilización de energías renovables en los próximos años.

Entretanto, surgen nuevas técnicas y con ellas nuevas controversias, como la que se ha generado alrededor del fracking para extraer gas y petróleo de lugares que antes se pensaban inalcanzables. Aunque hay informes que demuestran que la técnica puede tener efectos ambientales nocivos, también existen aquellos que defienden el proceso y, por el contrario, abogan por desarrollar la técnica y perfeccionarla para disminuir el riesgo colateral de su utilización.

Hay otra controversia presente: si bien la implementación de biocombustibles tiene impactos positivos importantes, especialmente en la reducción de gases de efecto invernadero, eficiencia energética y reducción de la dependencia de petróleo, también tiene algunos efectos negativos. El desplazamiento de la producción de maíz, caña de azúcar y remolacha, entre otros productos agrícolas, para producir energía en lugar de comida, puede tener un efecto de incremento de precios de los productos comestibles a nivel mundial. Así mismo, la producción de biocombustibles requiere grandes cantidades de energía, lo que genera presión adicional sobre el mercado del gas o del petróleo.

En ese sentido, las oportunidades generadas por nuevos hallazgos o tecnologías aplicadas a la extracción de recursos naturales, deben ser medidas a partir de los riesgos y vulnerabilidades que se crean por una mayor dependencia o vulneración energética y económica.

Y si bien es cierto que en algunos lugares de América Latina, se han desarrollado proyectos de energías limpias, como la hidroeléctrica, y se han registrado avances en energía solar, entre otros, hay un largo trecho por recorrer.