3 de febrero de 2015

Elecciones en Grecia: una nueva paradoja europea

La cuestión griega ha estado en el centro de atención de las decisiones más importantes que ha tomado la Unión Europea en los últimos años, no sólo por la forma como se desarrolló en ese país la crisis, sino también porque se convirtió en un punto neurálgico sobre el futuro del Euro, aunque no necesariamente del proceso de integración.

Integración europea, verá la luz al final del túnel
La cuestión griega ha estado en el centro de atención de las decisiones más importantes que ha tomado la Unión Europea en los últimos años, no sólo por la forma como se desarrolló en ese país la crisis, sino también porque se convirtió en un punto neurálgico sobre el futuro del Euro, aunque no necesariamente del proceso de integración.

La ortodoxia económica apoyada por tecnócratas y políticos alrededor de Europa, se enfrenta a políticos nacionales, en ocasiones demagogos que, valiéndose de las dificultades que la gran mayoría de griegos han tenido que afrontar, han impulsado discursos nacionalistas, antieuropeos y, en algunas oportunidades xenófobos, que han llevado a la república helénica a una profunda crisis.

La semana anterior se llevaron a cabo elecciones generales que determinaron por un estrecho margen, con algo más del 35% de votos a favor, la victoria del partido Syriza que hasta hace pocos años no habría tenido ninguna posibilidad real de alcanzar el poder, pues los partidos tradicionales Nueva Democracia (centro – derecha) y PASOK (centro – izquierda) habían dirigido las riendas del poder en los últimos 20 años.

Lo anterior, sin duda, se convierte en un elemento importante, pues los partidos tradicionales fueron los encargados de dirigir el proceso de inclusión en la Unión Europea en los años ochenta y, al mismo tiempo, fueron incapaces de formular la receta adecuada para evadir la crisis financiera, la crisis política y las gravosas condiciones que tanto El Banco Central Europeo, como la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional han impuesto para pagar los préstamos otorgados, que actualmente suman casi el 170% del PIB nacional.

Llegada al poder

El miedo, la constante incertidumbre y el pesimismo acerca del futuro, han invadido no sólo a la mayoría de griegos sino que, en otras capitales europeas, también han generado desesperanza. Lo anterior ha ocupado un importante espacio en la prensa, en los círculos académico y político y en la población en general, pero no se puede olvidar que, aunque no han sido los mejores años del proceso de integración, éste no se ha detenido, no ha retrocedido y, con dificultades, se espera luz al final del túnel.

La incapacidad de los gobiernos anteriores, especialmente del de Lukás Papademos, anterior vicepresidente del Banco Central Europeo y de corte tecnócrata para llevar a cabo reformas profundas y radicales sobre gastos del gobierno, incremento de la competitividad y reducción de la deuda, generaron amplias diferencias. Por un lado, las instituciones financieras internacionales presionaban por una mayor decisión y, por el otro, la población empobreciendo veía cómo el PIB se contraía, el Estado de bienestar ya no era una obligación estatal sino un lujo difícil de alcanzar y, peor aún, una ola de oportunismo rondaba el pensamiento de jóvenes políticos que, como Alexis Tsipras, actual primer ministro, aumentaban su caudal electoral, y llegaban al poder como sucedió la semana pasada.

Con el panorama anteriormente descrito, el gobierno actual ha tomado una posición beligerante y busca generar algún margen político que le permita incrementar su capacidad de negociación frente a las instituciones financieras internacionales.

El discurso para presionar una renegociación de los préstamos efectuados en 2011 y 2012, acercarse a Rusia -en momentos en que aquel país ha generado agrías disputas geopolíticas no sólo con Estados Unidos sino con otras capitales europeas que rechazan su política de apoyo a separatistas nacionalistas ucranianos- y, tal vez más importante aún, el interés del Syriza de atenuar las difíciles reformas que deben continuar en Grecia, podrían llevar a que ese movimiento político se vea en algún momento por venir, atrapado en su propia demagogia, y nuevamente el país se sumerja en una crisis política.

Lo que está por venir

Las instituciones financieras internacionales han presionado para que los gobiernos establezcan presupuestos balanceados que favorezcan la austeridad, permitan impulsar el crecimiento económico a través de una reducción del gasto público, una mayor participación del menguado sector privado y un control irrestricto de la inflación. La receta ha sido impulsada no sólo en Grecia, sino en España, Italia, Irlanda, Portugal y hasta en Francia. A pesar de no ser perfecta y de crear un entorno social bastante propenso para el nacimiento de movimientos de extrema izquierda y derecha en diversas latitudes, que alientan discursos nacionalistas y antieuropeos, no han logrado aún romper el proceso de cooperación política y económica más importante del siglo XX, el nacimiento del proceso de integración europeo.

Por lo tanto, la habilidad política y diplomática para que expertos tecnócratas y políticos se pongan de acuerdo, debe ser la receta que permita, poco a poco, superar los desafíos electorales que en otros Estados europeos se desarrollarán durante este año.

Grecia no será, como muchos han querido mostrar, la piedra que determine el fin de la integración en el viejo continente, pero puede ser un microcosmos a seguir detenidamente, pues las respuestas a las necesidades de ese país, han abierto en los últimos años líneas de acción institucional para lidiar con los problemas de otros Estados que también aún sufren las consecuencias del descalabro financiero y económico que inició en 2008 y que no se detiene.

Foto tomada de Jon Mitchell en Flickr