28 de febrero de 2013

Tres gobiernos asiáticos remozados

El triángulo formado por Japón, Corea y China, pilares del que será el primer bloque económico en el 2015, renueva sus gobiernos. Empezó Japón, el pasado 26 de diciembre, después de unas elecciones parlamentarias intempestivas; el 25 de febrero la señora Park –hija del dictador que industrializó a Corea- asumió la presidencia en Seúl, y en marzo se posesiona Xi Jinping como nuevo presidente chino. Estas renovaciones no están en condiciones de emprender cambios espectaculares, a pesar de los anuncios grandilocuentes en las campañas de Corea y Japón, en las cuales, por cierto, el discurso anti-chino fue manifiesto. Desprenderse de la influencia de su poderoso vecino parece más el recurso oportunista para captar el favor del electorado –presto siempre a las motivaciones chovinistas- que el fundamento para unas relaciones externas viables.

El triángulo formado por Japón, Corea y China, pilares del que será el primer bloque económico en el 2015, renueva sus gobiernos. Empezó Japón, el pasado 26 de diciembre, después de unas elecciones parlamentarias intempestivas; el 25 de febrero la señora Park –hija del dictador que industrializó a Corea- asumió la presidencia en Seúl, y en marzo se posesiona Xi Jinping como nuevo presidente chino. Estas renovaciones no están en condiciones de emprender cambios espectaculares, a pesar de los anuncios grandilocuentes en las campañas de Corea y Japón, en las cuales, por cierto, el discurso anti-chino fue manifiesto. Desprenderse de la influencia de su poderoso vecino parece más el recurso oportunista para captar el favor del electorado –presto siempre a las motivaciones chovinistas- que el fundamento para unas relaciones externas viables.

Las campañas y la escogencia de los nuevos mandatarios tuvieron lugar a lo largo del segundo semestre del 2012, y coincidió con el resurgimiento de la disputa entre China y Japón por la soberanía de los islotes Senkaku (Diaoyutai, para los chinos), reactivada por la posición nacionalista e incendiaria del gobernador de Tokio, Shintaro Ishihara. El enfrentamiento por ese espacio marítimo es uno de los tópicos que alejan a japoneses y chinos, además de las preocupaciones por la expansión comercial de China, el crecimiento de su capacidad financiera y la asignación de más recursos para modernizar su aparato militar. Japón se resiente de la pérdida de la primera posición en reservas internacionales y del segundo puesto entre las mayores economías. Malestar similar por tan rápido despliegue chino salió a relucir en la campaña coreana. Tanto en Japón como en Corea, el electorado rubricó con su escogencia la propuesta de marcar distancia frente a las pretensiones hegemónicas de Beijing.

Las prevenciones en las relaciones económicas se traducen en recelos en el campo de la seguridad regional. Como consecuencia de estas antipatías, los nuevos gobiernos japonés y coreano buscarán profundizar la cooperación militar con Estados Unidos, empujando aún más lejos el elevado armamentismo en el oriente asiático. La alianza en defensa entre ellos viene desde 1952, fue diseñada como frente de contención soviética y ahora toma un giro para la protección contra China, pues Corea del Norte no posee todavía el poder disuasivo que se le suele atribuir. Los presupuestos serán forzados, entonces, a destinar cuantías frescas a los programas de renovación de equipo aéreo, terrestre y naval. Hacia las fases iniciales del programa de interceptación y destrucción de misiles balísticos se querrá canalizar la parte más abultada de esos gastos.

Los planes dirigidos hacia la aguda militarización de ambos países se encontrarán, en forma progresiva, frente a dos obstáculos. El primero de ellos es la estrechez presupuestal. El bajo desempeño de ambas economías disminuye de igual manera las captaciones fiscales, mientras las demandas de la sociedad para no perder el nivel de bienestar logrado son agudas. Los gobiernos se hallan ante el dilema de destinar impuestos para adquirir equipos muy costosos y dotar a sus fuerzas armadas y poner sus esquemas de defensa a tono con las tecnologías del momento o aceitar los planes para evitar que la producción civil –que genera más empleos e impuestos- se hunda en la recesión. La segunda limitación la provee la propia diplomacia china, refaccionada con el fin de desactivar las resistencias a su liderazgo regional y mundial en su zona contigua. Hasta ahora la propaganda del “ascenso armonioso” promocionada por Beijing no ha dado plenos resultados, como lo demuestran los pugnas con sus vecinos. Es muy probable que un coctel compuesto por presiones económicas por parte de China, ahora el primer socio comercial para Japón y Corea, y una diplomacia intensa procure crear una imagen más amigable en Asia. Como se entiende fácilmente, en la competencia estratégica con los estadounidenses llegar a debilitarles los fuertes compromisos militares con Corea y Japón cuenta mucho para los chinos en este momento. En consecuencia, a más ayuda comercial y financiera por parte de Beijing cabe esperar declaraciones y acciones menos pugnaces contra el gobierno de Xi en los próximos meses.