13 de febrero de 2015

Oui, Je suis Grec – Sobre las elecciones en Grecia

El 25 de enero se abrió un momento histórico para la Europa democrática, con el triunfo de Syriza y de Alexis Tsipras en las elecciones de Grecia. Las primeras palabras del recién elegido gobierno, en boca del economista Yanis Varoufakis, ministro de finanzas de Grecia, permiten vislumbrar una nueva perspectiva para el viejo continente: “Hoy el pueblo de Grecia dio un voto de confianza a la esperanza.

El 25 de enero se abrió un momento histórico para la Europa democrática, con el triunfo de Syriza y de Alexis Tsipras en las elecciones de Grecia.

Las primeras palabras del recién elegido gobierno, en boca del economista Yanis Varoufakis, ministro de finanzas de Grecia, permiten vislumbrar una nueva perspectiva para el viejo continente: “Hoy el pueblo de Grecia dio un voto de confianza a la esperanza. Recurrió a las urnas en esta espléndida celebración de la democracia para poner fin a una crisis que se realimenta, que trae indignidad a Grecia y nutre a las fuerzas más obscuras de Europa. Hoy el pueblo de Grecia envió un mensaje de solidaridad al Norte, al Este y al Oeste de nuestro Continente. Ese sencillo mensaje es que la hora de negar la crisis, de castigar y señalar con el dedo, ha pasado. Ha llegado la hora de revitalizar los ideales de libertad, de racionalidad, del proceso democrático y de la justicia en el continente que las creó”.

Y es que Grecia representa, con su grave crisis, el fracaso de una política que ha llevado adelante la troika (Banco Central Europeo, Comisión y Fondo Monetario Internacional) como respuesta a la crisis económica que se abrió en 2008 y que, como bien lo expresa el Nobel de economía Paul Krugman, no hizo otra cosa que venderle al país una fantasía económica que pagó la población con altos costos. El acuerdo Stand-by con el que la troika le dio un inmenso préstamo a Grecia (€110.000 millones) bajo la condición de que adelantara una política de austeridad y reformas, partía del supuesto de que esta política de austeridad no afectaría en gran medida el empleo y el crecimiento y de que “una vez superada la crisis”, que se proyectaba duraría poco, se generarían crecimiento económico, empleo y prosperidad.

Pero la recesión apenas comenzaba y las políticas a las que se había obligado a Grecia no la llevaron a los campos florecidos prometidos, sino poco después a un nuevo paquete de rescate adicional y a altas tasas de desempleo y privatización de los bienes públicos, reducción de los salarios y las pensiones y aumento de la pobreza. La deuda pasó de 100% del PIB en 2007, al 170% en 2014 y la tasa de desempleo del 10% al 27% en promedio –el juvenil supera el 60%–. El PIB pasó de 3,7% en 2007 al -3,9% en 2013 y per capita del 6,4% al -5,2%.

No es cierto que Grecia no ha hecho la tarea; la hizo, pero los costos han sido terribles para su población. Según la información de la OECD, que mide los impuestos recogidos en los últimos tres años en relación con los resultados de su economía, Grecia está por encima de muchos países de Europa y aún por encima de Alemania. La OECD muestra, además, que tiene menos burocracia que Dinamarca, Suecia, Luxemburgo o Francia, lo que se expresa en el despido de casi la mitad de los empleados públicos (de los 200.000 que quedaron sin empleo en los últimos años, Syriza ha prometido volver a emplear a 9.000 que fueron despedidos sin ningún tipo de base jurídica).

Y el país está entre los que han llevado a cabo tal cantidad de reformas que lo ponen por encima del promedio de la Unión Europea y por encima de Francia, España, Italia o Portugal. Las terribles consecuencias sociales que ha tenido el haber hecho la tarea, es lo que Syriza plantea suavizar en algo.

El triunfo de Syriza, un partido de apoyo popular –pero no por eso automáticamente populista– significa el voto de una parte del pueblo griego contra la austeridad, un triunfo de la democracia y de un importante sector de la población que pide que no se maltrate más su dignidad. Votan por un programa que intenta atajar los efectos profundos de la crisis a través de un gobierno de salvación nacional que costaría unos 12.000 millones de euros, la creación de puestos de trabajo, lucha contra el fraude fiscal, la restructuración de la deuda que se pueda pagar a partir del crecimiento económico y no de un endeudamiento progresivo.

Significa, además, un terremoto político hacia adentro porque cuestiona las dos casas (familias) políticas que han manejado al país los últimos 40 años y que le dejan a Syriza una herencia harto pesada. Pero también hacia afuera, porque con este triunfo se abre, por una lado, la posibilidad de una opción real a la política neoliberal reinante desde Maastricht y, por otra, le permite a la izquierda democrática del continente fortalecerse para proponerse como alternativa a la socialdemocracia que ha rato ha dejado de representar a los sectores más afectados por la crisis europea. ¿Será que estamos ante el inicio de un cambio en dónde muchos países comenzarán a pensar: “Oui, Je suis grec”?

Foto tomada de Darren Foreman en Flickr