5 de mayo de 2016

La suerte de ser maestros

Seguramente el 2016 será recordado por muchos como el año de la firma de la paz, como el año de la campaña más seria de ahorro de energía emprendida por los colombianos, o como el año en que un "youtuber" logró colapsar la Feria del libro. Para mí, el 2016 es el año en que un grupo de estudiantes me recordó la suerte que tengo de ser profesora.

Seguramente el 2016 será recordado por muchos como el año de la firma de la paz, como el año de la campaña más seria de ahorro de energía emprendida por los colombianos, o como el año en que un “youtuber” logró colapsar la Feria del libro.  Para mí, el 2016 es el año en que un grupo de estudiantes me recordó la suerte que tengo de ser profesora.

En esa búsqueda personal de tratar de dar lo mejor de mí en cada clase, y por qué no decirlo, de entender y aprender cómo llegarle a las nuevas generaciones, me encontré con un libro maravilloso (que creo todo profesor universitario debería leer y tener encima de su mesa de noche), escrito en el 2004 por el profesor Kein Bain de la Universidad de New York, Lo que hacen los mejores profesores universitarios, un libro que se publicó luego de quince años de investigación y que responde a muchas de las preguntas que en este oficio nos hacemos con frecuencia: ¿cómo motivar a nuestros estudiantes?, ¿cómo evaluarlos?, ¿cómo construir el conocimiento de manera conjunta?, entre otras que seguramente nos surgen a lo largo del semestre y del año.

Según Bain, la manera de medir el éxito de una clase es si al final hemos sido capaces de involucrarlos y permitirles que lleven a la práctica lo que, de manera conjunta, se construyó en el aula.  Tal vez suene obvio y en últimas sea ese el objetivo final de nuestras clases; sin embargo, sólo se logra comprender la fuerza de esas palabras cuando son ellos, los estudiantes, los que toman las riendas de su proceso de aprendizaje y se organizan para seguir aprendiendo juntos.

En el marco de la celebración de los 30 años de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales, tuve la oportunidad de acompañar una actividad que surgió por iniciativa de los estudiantes que conforman el grupo del Modelo de Naciones Unidas del Externado (MUNEX). Diseñaron un modelo de negociación interdisciplinar en el que buscaban involucrar a todos los estudiantes, desde I hasta X semestre y en el que ellos eran sus propios gestores y nosotros simples observadores.

Día a día buscamos que se enamoren de nuestras clases, tratamos de que entiendan que hacen parte de ese mínimo de la población colombiana privilegiada y por ello tienen todo en sus manos para hacer la diferencia. Dentro de nuestros salones, les repetimos la necesidad de entender la importancia de todas y cada una de las materias y de los temas. Les pedimos que sean críticos, que sean inquietos (intelectualmente hablando), y aunque en ocasiones peleamos con ellos porque nos es difícil comprender a esas nuevas generaciones que nacieron con la tecnología y que no saben desprenderse de ella, lo cierto es que tanto ellos como nosotros estamos haciendo un gran y trabajo.

Estos jóvenes no sólo sueñan con construir un mundo mejor, trabajan para hacerlo, fortalecen sus lazos cooperativos a través de espacios de enseñanza mutua, en los que la regla de oro es mantener siempre abiertos los canales del diálogo para encontrar soluciones conjuntas a los problemas, y resolver así las diferencias. Seguramente es mi visión romántica de lo que como simple observadora vi, acompañé y viví ese día, pero también me pregunto: ¿y no es acaso este el espacio apropiado para eso?

Con esta columna sólo quiero hacerle un pequeño reconocimiento y distinción a los estudiantes de MUNEX, quienes han venido dejando el nombre de la Universidad en alto en distintos escenarios. A ellos sólo les puedo decir que tengo la firme certeza de que están logrando trascender y dejar su huella.

Gracias.