28 de enero de 2013
La edad del hielo
Cuando unas vacaciones llegan a su fin solemos comprobar -algunos con alegría y otros con desazón- que, tras el descanso, todo -o casi- sigue igual. Tras navidades he constatado que eso es muy cierto en lo que se refiere al panorama de la política electoral colombiana, subsumida en estado de hibernación.
Cuando unas vacaciones llegan a su fin solemos comprobar -algunos con alegría y otros con desazón- que, tras el descanso, todo -o casi- sigue igual. Tras navidades he constatado que eso es muy cierto en lo que se refiere al panorama de la política electoral colombiana, subsumida en estado de hibernación.
El presidente Santos sigue en el todo y nada a la vez. Acaricia la posibilidad reeleccionista sin declararlo abiertamente -en esto sigue el estilo del expresidente Álvaro Uribe, que bajo crípticas declaraciones nunca manifestó claramente su vocación, dejando que otros removiesen cielo y tierra para abrir la posibilidad de un tercer período presidencial-, pero sabe que su suerte depende de lo que ocurra en La Habana.
Con la agenda reformista estancada, -muy lejos de las pretensiones de modernización radical originarias-, la Unidad Nacional desgastada -aunque sobrevive gracias a los equilibrios burocráticos y el reparto de puestos-, sin dar un paso en la supuesta refundación liberal que Santos iba a encabezar y, sobre todo, con un gobierno que sigue siendo percibido por los ciudadanos como burocrático, elitista, distante, incapaz de ejecutar las reformas aprobadas, todo languidece a la espera de las noticias de Cuba, convertidas en el catalizador que rescate o hunda definitivamente la imagen del presidente Santos y de su acción de gobierno.
¿Aprovechan otras estructuras políticas para tomar la iniciativa? Por supuesto que no.
La izquierda vive en su pequeño, permanente y complaciente caos. El Polo parece no querer asumir que las fracturas causadas por la corrupción de los hermanos Moreno, la salida de Petro y la disidencia de parte de sus miembros siguen ahí. El PDA se deja llevar plácidamente por las aguas sin advertir que, si nadie toma el timón, el destino final es la catarata que puede devorar mañana a Clara López y pasado a Jorge Enrique Robledo.
La aventura de Petro y sus Progresistas no se ha consolidado un ápice. La plataforma electoral no logra evolucionar hacia un partido -en teoría esa iba a ser la tarea de Navarro Wolff- y la acción de gobierno del Alcalde parece diseñada como un acto de autoinmolación, más que como la base de una aspiración presidencial. Sin estructura y sin ejecutoria, con constantes cambios de rumbo e improvisaciones ¿qué puede representar Progresistas en el escenario político colombiano?
Los verdes siguen en su descomposición y desbandada. Con Mockus fuera, “Lucho” Garzón en el gobierno y Peñalosa en el limbo, Fajardo, indolente, no asume su condición de líder natural de la organización deja que el Partido tienda a la disgregación y la inoperancia. En esto, el Partido Verde se muestra como buen discípulo del Polo, dispuesto a repetir los mismos errores que, tras haber alcanzado la segunda vuelta en elecciones presidenciales, llevan a la marginalidad electoral.
En la derecha, el uribismo, que anunció en julio de 2012 su intención de presentar un candidato presidencial que compitiese con Juan Manuel Santos, tampoco ha sido capaz de concretar nada. Hasta el momento, una cáscara vacía bajo el ampuloso nombre de Puro Centro Democrático. No hay ni precandidatos a la presidencia ni mecanismos para elegir a dicho aspirante a Nariño. No hay listas para próximos comicios. No hay partido ni movimiento. Sólo hay especulaciones sobre un puñado de nombres, reuniones y rumores. Si están decididos a contender en las elecciones, por qué la demora.
La Colombia política parece hibernada, aunque bajo el hielo hay movimientos que tendrán que concretarse más pronto que tarde. El momento de despertar se acerca, porque en 2013 hay elecciones, antesala de presidenciales en 2014. Y eso lo sabe todo el mundo ¿no?
Por: Miguel M. BenitoPublicado el miércoles 23 de enero de 2013 en Revista Posición