5 de marzo de 2013
Centro democrático: cuestión de tiempo y posicionamiento
En mi columna del pasado 23 de enero en esta revista trataba sobre la lentitud con que las fuerzas políticas colombianas estaban maniobrando de cara a las citas electorales del próximo año. Esa demora resulta especialmente sorprendente en el caso del anteriormente denominado Puro Centro Democrático, que en apenas unos meses ya se ha convertido en el Centro Democrático -CD-, sin más.
El CD juega contra reloj. Como agrupación electoral en proceso de formación de cara a 2014 parte con un importante rezago en cuanto a posicionamiento y visibilización ante la opinión pública. Mientras los demás partidos ya tienen cierto reconocimiento como marcas electorales, el CD no ha empezado a situar sus mensajes y propuestas. Las actividades de para alcanzar un cierto perfil y reputación ante la opinión pública son necesarias para construir una imagen pública reconocible de una persona, organización o institución. En el caso de un partido se persigue que el electorado, aún antes de entrar en una campaña electoral, reconozca fácilmente lo que aspira a conseguir la agrupación.
Algunos replicarán que tal esfuerzo es innecesario, porque la presencia del ex-presidente Uribe aclara a la opinión pública cuáles son los lineamientos del CD. Pero, con eso no basta.
Porque los que no siguen la política de forma constante -que, no nos equivoquemos, son la mayoría de los ciudadanos-, pueden no ser plenamente conscientes de la ruptura del expresidente Uribe y el Partido de la U, que desde la fundación y por su propia denominación popular, remite a una asociación rápida con Álvaro Uribe. Esa confusión puede ahondarse si algunos reconocidos uribistas que aún hacen parte de la U no tienen ocasión, por las peculiaridades del sistema de partidos colombiano, de insertarse en el CD.
Otro tanto puede ocurrir con el CD y el Partido Conservador, puesto que algunos de sus miembros más destacados son recurrentemente son asociados con el uribismo -caso de Marta Lucía Ramírez-. A nivel general cabe preguntarse qué diferencia a los conservadores de los centristas sin que haya una respuesta contundente. Sin propuestas distintivas entre ambas toldas, optar por una u otra depende del reconocimiento del partido y los candidatos, aspecto en el que la larga historia del Partido Conservador Colombiano le confiere ventaja.
Por otra parte, la etiqueta, que inevitablemente acompañará a los miembros del CD, de ‘candidatos de Uribe’, puede no ser suficiente para ganar una curul. Ya vimos en las últimas elecciones a alcaldías y gobernaciones que la popularidad del expresidente no es endosable sin más a otros candidatos.
De nuevo, algunos dirán que eso tiene fácil solución: la presencia de Uribe en las listas del Senado garantizaría que no hubiera error posible. Pero lo que pudiera parecer una solución en realidad supone un problema. La omnipresencia de Uribe como única garantía de la ortodoxia de los miembros del CD es contraproducente, porque transmite mensajes que debilitan a los candidatos, a saber: que no son confiables sin vigilancia o, peor, que son marionetas.
Los rectores del CD deben ser conscientes que las limitaciones de tiempo para posicionar públicamente a sus candidatos a Senado y Cámara de Representantes antes de la campaña electoral reducen sus posibilidades de formar las listas y, posiblemente se vean obligados a optar sus listas con personalidades que ya gocen de cierto reconocimiento público y que ya se han significado claramente con los principales postulados uribistas. Una vez definidas las listas, el partido como plataforma electoral tendrá que dotarse de contenidos, mensajes, etc. que le diferencien de otras fuerzas políticas. Una cuestión de tiempo y posicionamiento. Difícil equilibrio. Urgente.
Por: Miguel M. BenitoPublicado el martes 19 de febrero de 2013 en Revista Posición