16 de abril de 2013
Asalto al SIDH: ¿Una derrota continental?
Mientras muchos latinoamericanos se preparaban para tomar unos días de vacaciones durante esta Semana Santa y discutían de las vicisitudes de los partidos de selecciones nacionales del pasado viernes 22 de marzo, en Washington la Asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) un grupo de países americanos se lanzaba a la carga contra el Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH).
A lo largo de los últimos diez años aproximadamente, el sistema interamericano instaurado alrededor de la OEA ha visto reducida su importancia en todo el Hemisferio. La combinación de un Secretario General, como Insulza –preocupado por réditos personales pero no por la organización a la que representa-, la absoluta devaluación de la política hemisférica para los Estados Unidos –concentrado en sus atolladeros en Oriente Medio, desinteresado en el multilateralismo y propenso a desentenderse de los compromisos financieros internacionales ante sus propios problemas fiscales- y la acción de los países del ALBA –coordinados y consistentes en sus objetivos para debilitar cualquier mecanismo de supervisión internacional a sus políticas internas- han llevado a la OEA a un estado de parálisis.
Los espacios para la deliberación y compromiso políticos -Cumbres de las Américas y las propias Asambleas de la OEA- colapsan, incapaces de alcanzar nuevos acuerdos o de desarrollar aquellos ya existentes para convertirlos en normas de vigencia plena. Valga el ejemplo de la Carta Democrática vaciada de contenido cuando los países del ALBA, con Venezuela a la cabeza, quebraron el consenso sobre la idea de democracia en América. Así se no se ven obligados a cumplir ciertos estándares sobre prácticas democráticas que cuya validez niegan de entrada. Las crisis de Honduras y Paraguay dan testimonio de esta neutralización de la Carta Democrática.
La retórica antiestadounidense del chavismo y el bolivarianismo, ha facilitado la aparición de organismos y entidades que intentan desplazar a la OEA y crear espacios en los que Estados Unidos y Canadá queden al margen, como UNASUR y CELAC. Lo regional sustituye a lo hemisférico y se marginaliza el único escenario de interlocución permanente y multilateral América Latina – Estados Unidos. Reclamando que Washington no escucha a sus vecinos del Sur, se opta por neutralizar el foro actual existente para tener vías de diálogo abiertas. Paradójico.
Junto con la mencionada Carta Democrática, el SIDH es el logro más alto del entorno OEA. Los gobiernos del continente, más dados a devorar a sus creaciones que a potenciarlas, Comisión y Corte Interamericanas de Derechos Humanos se han convertido en una molestia, porque tienen –y ejercen- capacidades de investigación, control, sanción, etc. Los gobiernos del continente de derecha e izquierda, salvo contadas excepciones, están haciendo causa común para volver atrás en el tiempo y restablecer un concierto continental en el que no tengan que dar cuentas a nadie de sus acciones al interior de sus fronteras. En definitiva, a los gobiernos, simplemente no les gusta no les gusta verse obligados a reconocer sus malas prácticas, violaciones, abusos o errores.
Por ello se están esforzando mucho en, si no pueden acabar con el SIDH, sí, limarle los dientes y domesticarlo, bajo la forma de ajuste técnico –reforma de procesos, financiamiento, etc.-, se han puesto a la tarea reducir las capacidades de investigación y sanción de Corte y Comisión.
El viernes 22 de marzo, mientras los gobiernos se movían para que las instancias continentales para la defensa contra abusos estatales, los ciudadanos –los que pierden algo realmente en este proceso- decidieron, concentrarse en el fútbol. El lema romano de “pan y circo” nunca pierde su vigencia. Esa sí que es una gran derrota y no las que recibieron algunos combinados nacionales de fútbol.
Por: Miguel M.BenitoPublicado el martes 2 de abril de 2013 en Colombia Politics