18 de marzo de 2013
La huella de Chávez en América Latina
Con petróleo, fuertes declaraciones contra Estados Unidos y una retórica nacionalista, el fallecido mandatario se convirtió en un líder regional.
Las fotos enormes de Hugo Chávez, Hassan Nasrallah (líder de Hezbolhá) y Malcoml X acompañaban la visita de Daniel Ortega a la universidad de Teherán en Junio de 2007. En diversas manifestaciones en Medio Oriente pudimos ver afiches con los rostros de Chávez, Nasrallah y Abdel Gammal Nasser. La figura del presidente venezolano se constituyó en el imaginario global como icono del antiimperialismo -o del sentimiento antiestadounidense-.
Las declaraciones del venezolano lo convirtieron en la cabeza más visible –y vocinglera- de la crítica a la política estadounidense, justo cuando la imagen de la superpotencia se veía sometida a enorme desgaste por las decisiones de política exterior de la administración Bush. El venezolano, por medio de su retórica, logró construir una imagen de impenitente opositor “al imperio”, mientras PDVSA sostenía la economía venezolana –incluidos las conocidas misiones- exportando petróleo a los Estados Unidos, su principal cliente.
El presidente de Venezuela era un maestro del discurso, un magnífico histrión, que comprendió la importancia de los símbolos y de las palabras en la política. De ahí sus esfuerzos por asimilar su propia imagen a las figuras de Bolívar y Cristo, y el empeño obsesivo por monopolizar la palabra en sus interminables discursos, que las televisiones venezolanas se veían obligadas a emitir. Sin derecho a replica, como saben muchos periodistas venezolanos. La reiteración ha conseguido que los mensajes de Chávez se instalen en el imaginario colectivo de los venezolanos. Y de muchos latinoamericanos.
Porque el mensaje del líder bolivariano resonó en la región. Ecos del pasado estaban latentes. Los recelos y frustraciones históricos de América Latina hacia su vecino del Norte seguían ahí, y el Consenso de Washington alimentó un renovado rechazo al intervencionismo –aunque fuese de nuevo cuño- estadounidense.
Y el antagonista, real o inventando, es el mejor estímulo hacia la cooperación y la solidaridad. En ese sentido, Estados Unidos, facilitó que Chávez denunciase el sistema interamericano, construido alrededor de la OEA. Los procesos de integración existentes para Chávez se mostraban ineficientes e insuficientes, al no responder a las necesidades y anhelos de los latinoamericanos y caribeños, porque estaban cooptados por los intereses de Washington. La única vía de construir una verdadera integración regional debía orientarse a consolidar la independencia y autonomía de los países de la región.
Así, en casi una década, se ha sucedido una acelerada, y a veces confusa, aparición de organismos, alianzas y estructuras para la integración y concertación regionales sin la presencia de Estados Unidos. La Alternativa Bolivariana para las Américas –ALBA- en 2004 y la oposición al ALCA –Acuerdo de Libre Comercio para las Américas- en 2005 fueron las primeras expresiones de este nuevo multilateralismo latinoamericano, que dividía el continente en dos, según la posición adoptada respecto al libre comercio y las relaciones económicas con Estados Unidos.
Pero si la economía era el motivo de división, la política, a pesar de grandes diferencias ideológicas en el continente, ha ofrecido la vía de acercamiento. La creación de organizaciones, como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR, 2008) –con un papel brasileño protagónico- y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC, 2011), han creado los espacios para reducir las controversias. Hoy UNASUR, con todas sus limitaciones, es el espacio de concertación político latinoamericano más dinámico.
No se puede negar que Hugo Chávez, con su retórica y su diplomacia petrolera, fue el actor fundamental en la recuperación y dinamización de proyectos latinoamericanistas, pero ¿logrará sobrevivir todo esa nueva arquitectura multilateral sin Chávez o la integración latinoamericana volverá a ser sueño y olvido?
Por: Miguel M. Benito
Publicado el miércoles 6 de marzo de 2013 en El Espectador